Poesie di Miguel Hernández: 4 da leggere

Poesie di Miguel Hernández: 4 da leggere

Tra le voci più rappresentative della lirica spagnola, Miguel Hernández Gilabert nasce ad Orihuela il 30 ottobre 1910, è stato un poeta e drammaturgo spagnolo di particolare importanza – Dámaso Alonso, infatti, scrive di lui come il geniale epigono della generazione del ’27.

Artista autodidatta, le influenze artistiche di Miguel Hernández furono i grandi autori del Siglo de Oro: Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Pedro Calderón de la Barca, Garcilaso de la Vega e, soprattutto, Luis de Góngora. Grazie all’influenza del Cattolico Ramon Sijé (un suo grande amico, che segna la sua prima fase della sua produzione) seguirono i contatti con Vicente Aleixandre e Pablo Neruda, che contribuirono sensibilmente all’evoluzione della sua poesia. Partecipò alla Guerra Civile alla fine della Repubblica, portando a sostegno la lotta antifranchista. Terminato il conflitto viene arrestato, condannato a morte, poi per trent’anni in carcere dove lo lasciarono morire di tubercolosi polmonare a soli 32 anni, nell’infermeria della prigione di Alicante. Tutta la sua vita, dalle sue origini pastorizie, l’amore per sua moglie, la perdita dei figli e il dolore della guerra, e di conseguenza, il suo grido di lotta per la libertà – viene messa a nudo in ogni suo verso. 

Ecco quali sono le 4 poesie di Miguel Hernández più importanti da conoscere:

1. El Herido (seconda parte) 

«Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.»

Estratta dalla seconda parte del El Herido, e contenuta nella raccolta di Miguel Hernández del 1939: El hombre acecha; il componimento/dedica una dedica ai feriti di guerra che parteciparono alla guerra civile spagnola. Può essere considerata come similitudine e rimando alla poesia Soldati, di Giuseppe Ungaretti in quanto ambedue componimenti, non solo hanno come tema in comune quello della guerra civile, ma trovano nel paesaggio naturale una metafora perfetta di vita e morte. 

2. Elegía a Ramon Sijé

«(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
a quien tanto quería)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.»

Nel dicembre del 1935 muore il suo più intimo amico, Ramón Sijé, al quale Miguel Hernández dedica la sua straordinaria Elegía: un sottogenere della poesia lirica. Elegía, rappresenta lamento, dolore, rammarico per la perdita di una persona cara. Miguel si espone in prima persona nel suo stesso componimento (lo si nota nella prima strofa, con l’utilizzo del pronome personale yo) dando sfogo al suo cuore spezzato.

3. Carta

«El palomar de las cartas
abre su imposible vuelo
desde las trémulas mesas
donde se apoya el recuerdo,
la gravedad de la ausencia,
el corazón, el silencio.

Oigo un latido de cartas
navegando hacia su centro.

Donde voy, con las mujeres
y con los hombres me encuentro,
malheridos por la ausencia,
desgastados por el tiempo.

Cartas, relaciones, cartas:
tarjetas postales, sueños,
fragmentos de la ternura,
proyectados en el cielo,
lanzados de sangre a sangre
y de deseo a deseo.

Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra
que yo te escribiré.

En un rincón enmudecen
cartas viejas, sobres viejos,
con el color de la edad
sobre la escritura puesto.

Allí perecen las cartas
llenas de estremecimientos.
Allí agoniza la tinta
y desfallecen los pliegos,
y el papel se agujerea
como un breve cementerio
de las pasiones de antes,
de los amores de luego.

Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra,
que yo te escribiré.

Cuando te voy a escribir
se emocionan los tinteros:
los negros tinteros fríos
se ponen rojos y trémulos,
y un claro calor humano
sube desde el fondo negro.
Cuando te voy a escribir,
te van a escribir mis huesos:
te escribo con la imborrable
tinta de mi sentimiento.

Allá va mi carta cálida,
paloma forjada al fuego,
con las dos alas plegadas
y la dirección en medio.
Ave que sólo persigue,
para nido y aire y cielo,
carne, manos, ojos tuyos,
y el espacio de tu aliento.

Y te quedarás desnuda
dentro de tus sentimientos,
sin ropa, para sentirla
del todo contra tu pecho.

Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra
que yo te escribiré.

Ayer se quedó una carta
abandonada y sin dueño,
volando sobre los ojos
de alguien que perdió su cuerpo.
Cartas que se quedan vivas
hablando para los muertos:
papel anhelante, humano,
sin ojos que puedan serlo.

Mientras los colmillos crecen,
cada vez más cerca siento
la leve voz de tu carta
igual que un clamor inmenso.
La recibiré dormido,
si no es posible despierto.
Y mis heridas serán
los derramados tinteros,
las bocas estremecidas
de rememorar tus besos,
y con su inaudita voz
han de repetir: te quiero.»

Carta è un’altra delle poesie di Miguel Hernández più rilevanti, appartenente alla sua raccolta El hombre acecha (1938-1939). È una rappresentazione metaforica della corrispondenza in un contesto di guerra. Con la metafora della lettera/colomba «Allá va mi carta cálida, paloma forjada al fuego.» il poeta intende donare al suo componimento, quella sensazione tipica delle corrispondenze dell’epoca, portatrici di sentimenti e di ricordi ai destinatari che attendono i propri cari. I temi principali, oltre a quello della guerra, sempre costante, sono: assenza, solitudine, espropriazione. 

4. Nanas de la cebolla

«La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre
escarchaba de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma, al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol,
porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
y el niño como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

[…]»

Nanas de la cebolla, è l’ultima delle poesie di Miguel Hernández legata al suo periodo di prigionia. Qui il tema principale è quello della famiglia e i pensieri di preoccupazione, di avvilimento per quest’ultima, in quanto, essendo in prigione, non poteva né proteggerla né aiutarla e nemmeno sentirne il calore e l’affetto. Nell’ultima parte vi è una dedica di incoraggiamento al figlio in cui lo incita a migliorarsi, a ridere e ad approfittare dell’infanzia e della vita. 

Fonte immagine di copertina: Wikipedia

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